23 de octubre de 2010

Un abrir y cerrar de ojos


Para cualquier naturalista hay escenas que te hacen vibrar, palpitar aunque sólo seas un simple espectador en la distancia.
La mañana se estaba despertando de la espesa manta de niebla que la ocultaba de cualquier mirada. Un águila real sobrevuela la pequeña loma y de repente baja la cabeza y da círculos cada vez más cerrados en el aire. Las molestas urracas hacen su algarabía alrededor intentando echarla a otros pagos. Grita el águila y desde la misma dirección que vino la primera aparece una segunda águila real. Danzan juntas en el aire. Me muevo para buscar otro punto de vista y no perderlas de mi alcance. Un ruido a unos 50 metros más arriba de mi posición me cambia la alerta. Crujir de ramas y sonidos de alarma tenues me bastan para girar la cabeza, unas manchas marrones, entre las carrascas y sabinas. Creo que puede ser una nueva localización de cabras monteses. Escalo todo lo rápido que puedo entre los peñascos para ver si logro identificar la especie. No son cabras, es una familia de jabalíes, unos seis. Bermejos acompañados de dos hembras adultas. Todo el tiempo se desplazan por las trochas en fila india, un líder más adelantado, el otro adulto y la fila de hijos. A un par escaso de kilómetros tras cruzar una vallejada se ocultan en un vigoroso pino, la vegetación vuelve a ser muy espesa y se pierden de vista. Recopilando pienso que el águila los vio ocultos, hociqueando en los atochares y creyó ver una posible presa y se unió la pareja, hace unas semanas también volaban juntas. No sé si con ese tamaño es posible que cojan a una cría despistada, pero no dejan de ser depredadores y presas. Estas últimas más de los ojeos de cazadores que en las sucesivas batidas de caza si han dado muerte a decenas de ellos.
Viernes 22-10-2010 Campo Abajo.






1 comentario:

  1. Anónimo9:56 a. m.

    Enhorabuena por estas estampas de la naturaleza

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