Salimos con algo de retraso desde el sitio de costumbre, en un día frío y ventoso, y al poco estamos dispuestos ya para comenzar. Pasamos cercanos al corral de la luna, propiedad del Centro Excursionista de Beneixama, magistralmente restaurado, y cerca del primer kilómetro tomamos almuerzo al pie de lo que queda de un antiguo pozo de nieve que ya ha perdido su cimbra, pero que sigue, muchas años después de su abandono, imponiendo.
Comenzamos a transitar por unas de esas numerosas sendas que los ingenieros utilizaron para reforestar estas tierras en las que, a finales del S. XIX no llegó a quedar un solo árbol. El ascenso, suave, nos conduce casi sin darnos cuenta, al pozo del madroñal, pozo de pequeñas dimensiones que acumula el agua del barranco y de una surgencia cercana. Servía de refresco a los numerosos pastores que antaño poblaban estas sierras.
Desde aquí apenas nos cuesta alcanzar la cima, donde no logramos adivinar las reforestaciones de los 70, hoy ya integradas en el paisaje, y poco después, tras un hermoso claro, el Refugio de Rita, antigua casa de labor con sus tierras adyacentes. Pensamos en lo bucólico del paisaje y de lo agradable que sería ver amanecer desde tan hermoso lugar.
Tras unos minutos de relax, continuamos nuestra marcha adentrándonos en el barranco del Charco Blanco,
donde observamos, tras atravesar un curioso puente de madera, la flora mas singular y el paisaje mas sobrecogedor. Robles, pinos resineros, hiedras, madreselvas, algún fresno o el abundante torvisco, todo envuelto en un paisaje de una belleza difícil de describir. Nos cuesta ubicarnos. No imaginamos que estamos tan cerca de Yecla.
Hacemos ahora una pequeña incursión en la Fuente de la Dueña, nacimiento de aguas canalizadas hoy bastante turbias tras la últimas lluvias. Nos llama la atención los imponentes cipreses que la custodian, y los abrevaderos y las charcas de ganado que se sirven de sus aguas.
Hacemos lo poco que nos queda de barranco y observamos la madera que dejaron olvidada, apilada al borde del camino, tras uno de los fastuosos incencios. Ahora regresamos, desembocamos en la rambla de Beneixama y la transitamos por una estrecha e incómoda senda que nos conduce al Refugio de Castelló, de hermosa factura, con puerta porticada y energéticamente autosuficiente. Ha sido recuperada y equipada para acoger a los que saben disfrutar de estos bosque. Y nos quedaríamos mas tiempo en este lugar tan acogedor, pero tenemos que remontar todavía mas de doscientos metros de pendiente y el tiempo nos alcanza.
Tras unos instantes de dubitación, hayamos la senda que va remontando suavemente el barranco del Toll Vell. Observamos incrédulos el estado de la reforestación natural, de una densidad abrumadora, tras el devastador incendio del 94. A mitad de senda retorna el bosque espeso y un poco mas allá, la charca del Toll Vell, dentro de una microreserva de flora. Y a unos pocos metros nos aparece el refugio del Blanquinal, que usan de vez en cuando los cazadores, y que esta vez nos sirve para comer, a resguardo el gélido viento que hoy sopla.
Otra vez nos cuesta reemprender la marcha, pero lo hacemos, siempre bajo la presencia imponente en el horizonte del Benicadell, y ascendemos un poco mas hasta los 3 pinos, hoy con torre de vigilancia y ciclópea mesa con bancos. Nos falta un refugio de madera, que ardió hace años por la dejadez de sus moradores. Desde aquí las vistas de la serranía alicantina: Mariola, Font Roja, el Maigmo, Aitana, el Puig Campana. ..
Ahora retomamos la marcha y descendemos por la senda más incómoda de todo el recorrido, que pasa factura a nuestros maltrechos talones y nuestras rodillas castigadas después de tantos kilómetros. Descendemos rápidamente, con nuestro Arabí al horizonte, inconfundible, la Sierra de Salinas y el Carche, y poco después concluimos, algo mas tras 13 kilómetros de travesía. La Sierra de la Solana es la parte de una alineación montañosa que , tras 70 kilometros de montaña ininterrumpida, que llega prácticamente a la costa, y que sirve de límite entre Valencia y Alicante.
Se trata de un anticilinal calcáreo (lo que aquí pisamos son biomicritas), formado hace 60 millones de años, cuando todo esto era un mar poco profundo. Ha sufrido devastadores incendios en los 70, en los 90 y mas recientemente en el 2010, esta vez en la zona de Bocairente, pero actualmente, salvo esta última parte, se encuentra poderosamente regenerada.
Organización: ANIDA
Coordinación: J. M. Esteban
Nota: Próximamente insertaremos más fotografías de la excursión
Que sitio tan chulo. Tengo las patas como dos palos, pero reconozco que nos lo pasamos muy bien y aprendimos muchas cosas interesantes, contar con nosotros para la próxima, nos encanto y nos da mucha pena que lo dejéis.
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