Cultivo de vid en espaldera con el majestuoso Monte Arabí de fondo.(Foto:J.M. Soriano)
Artúculo publicado en el nº 16 de la Revista Athene (Anida. Noviembre 2006)
AGRICULTURA EN YECLA: PRESENTE Y FUTURO
José Martín Soriano Disla
Licenciado en Ciencias Ambientales
1. Introducción.
Yecla ha sido tradicionalmente una comarca con una clara vocación agrícola, dedicada de forma principal al cultivo del viñedo, cereal y olivo, siendo este sector, el principal motor económico de nuestra población durante muchos años. Sin embargo, esta situación de predominio agrícola, cambia a mediados del siglo XX, momento en el cual se produce un fuerte impulso industrializador por parte de artesanos, toneleros y carpinteros, que se vuelcan con la industria del mueble. De esta manera, despega la industria del mueble en los años 50-60 gracias, entre otras cosas, a la Cooperativa Obrera del mueble “Esteban Diaz” y, posteriormente, a la celebración de la Feria del Mueble, pionera del sector en España. Este desarrollo industrial que comenzó en los años 60, no ha parado de crecer,< convirtiéndose la industria del mueble en el sector económico que, con diferencia, más aporta a nuestro municipio.
Fuente: Consejería de Trabajo y Plítica Social.
Ante esta situación, la agricultura en nuestra ciudad (y en general, en toda España) pasó a un segundo plano, produciéndose cambios en las formas de explotación que se concretan, entre otras cosas, en una agricultura más intensiva, abandono de explotaciones poco rentables, aumento de la superficies de regadío y falta de interés por parte de las nuevas generaciones. Sin embargo, en los últimos años, se está produciendo un nuevo despegue de la agricultura en nuestro municipio, sobre todo de la mano de la industria vitivinícola.
La agricultura reporta múltiples beneficios socio-económicos y ambientales, algunos de los cuales no son siempre perceptibles o convenientemente valorados. Sin embargo, la gestión de las explotaciones agrícolas debe tender hacia la máxima sostenibilidad y respeto al entorno natural, con el fin de no alterarlo negativamente. De hecho, en muchas zonas, gran parte de los problemas de contaminación de suelos, aguas, aire, erosión, etc., son debidos precisamente a un tipo de agricultura mal gestionada e irrespetuosa con el medio.
El presente artículo realiza un repaso de la situación de la agricultura en Yecla, poniendo de manifiesto los múltiples beneficios que la misma posee así como los impactos que una incorrecta gestión conllevan. Otro aspecto también tratado son las diversas amenazas que se ciernen sobre la Agricultura, finalizando con una serie de recomendaciones de cara a mejorar la situación de la misma.
2. La Yecla agrícola.
En la introducción se ha destacado la enorme tradición agrícola de nuestro municipio, hecho que, sin duda, se ve reflejado en nuestros paisajes (si bien, desafortunadamente, cada vez menos). En el presente apartado se analiza la situación actual de la agricultura yeclana así como los principales factores que la condicionan.
a) Distribución de los usos del suelo
Como se puede observar en la tabla anterior, las tierras de cultivo representan casi el 80% de los usos del suelo, siendo aproximadamente el 80% de las mismas de secano y el 20% de regadío. En cuanto al tipo de cultivos, existe un predominio claro del viñedo.
Por otra parte, y según datos del catastro municipal, el 41% de la superficie global del término corresponde a parcelas de más de 20 hectáreas. El 20% del territorio local lo ocupan parcelas de entre 5 y 20 ha, dejando el 28% de la superficie del municipio para parcelas de entre 1 y 5 ha. Finalmente, las parcelas de menor tamaño, se concentran alrededor del núcleo urbano y de los principales ejes viales.
Superficie dedicada al cultivo en Yecla. 2004.Fuente:Consejería de Agricultura y Agua
Distribución general de la Tierra en Yecla. 2004. Fuente:Consejería de agricultura y Agua
b) Evolución del regadío y consumo de agua
Especial atención merece la evolución de los cultivos de regadío ya que, tradicionalmente, han tenido poca relevancia en Yecla (1.000 ha regadas a comienzo de siglo). Es a partir de los sesenta (precisamente cuando es posible extraer agua del subsuelo) cuando la superficie regada aumenta su importancia, con la incorporación de manzanos, perales, vides y algunas hortalizas (13.000 ha regadas, a mediados de los setenta), utilizándose como sistema de riego, el riego a manta. Es ya en los 90 cuando se produce otro notable incremento de la superficie regada como consecuencia del aporte hídrico a cultivos vitícolas (con riego localizado, sistema que también se impone en los frutales). A estos cultivos vitícolas y frutales les acompañan, sobre todo en los últimos años, la introducción de grandes explotaciones de hortalizas de hoja, así como nuevas plantaciones del olivar e, incluso, de almendral. Estos regadíos llevan consigo una serie de infraestructuras, como son: conducciones, balsas de riego (con un impacto visual relativamente elevado), pozos, etc., y, por supuesto, un elevado consumo de agua. Sin embargo, como se ha comentado, el secano sigue predominando en nuestro término municipal.
El agua qué abastece al término proviene de acuíferos. El acuífero qué abastece al núcleo urbano (también utilizado para riego) es el Cingla-Cuchillo, ubicado su mayor parte en la zona del Altiplano aunque se extiende también por Hellín y Caudete (Albacete). También abastece, en distinto grado, a núcleos de población como Jumilla, Caudete y Albatana.
El principal uso de las aguas subterráneas es el agrícola, suponiendo este consumo, aproximadamente el 80% del total del volumen extraído. Buena parte de los acuíferos de la zona se encuentran sometidos a una intensa explotación por bombeos. El problema se ha agravado a tal extremo que en la mayoría se están aprovechando desde décadas las reservas cuaternarias, aumentando el grado de salinidad de las aguas. La Confederación Hidrográfica ha declarado varios en sobreexplotación, al constituir el dominio hidrogeológico en mayor peligro de la Región de Murcia. Entre los acuíferos que se encuentran en situación más alarmante están Sopalmo, Jumilla-Villena y Carche-Salinas.
La situación hídrica de la comarca es por tanto de las más precarias de Murcia (y por extensión de España), pues la explotación actual duplica la recarga, con descensos continuados de los niveles piezométricos del orden de 4-15 metros/año.
c) Clima
Al hablar de agricultura tenemos que hablar de clima. Este factor condiciona el tipo de suelo que vamos a tener (al ser uno de sus factores formadores), junto al régimen de lluvias, la insolación, fenómenos adversos… que, precisamente, son los factores clave de la agricultura.
La comarca del Altiplano se caracteriza por poseer un clima mediterráneo continentalizado, de carácter semiárido. Los veranos son calurosos y secos y los inviernos fríos y más lluviosos, siendo frecuentes las heladas (de Noviembre a Abril, oscilan entre 20 y 40 días).
La media de precipitaciones es de 313,5 l/m2, apareciendo a veces en forma sólida (granizo o nieve). La actividad tormentosa es la causa de la aparición de avenidas e inundaciones de agua, en ocasiones con graves pérdidas económicas en la agricultura. Yecla, al estar en la zona mediterránea comparte el fenómeno de gota fría (irrupciones de aire frío en altura sobre la masa de aire cálido subtropical sahariano durante finales de verano, principios de otoño), con el riesgo de lluvias torrenciales que este hecho supone. El número de tormentas al año es de entre 7 y 10 días, localizadas principalmente entre los meses de mayo y septiembre.
Finalmente, la insolación supera las 3.000 horas de sol despejado al año.
d) Tipos de suelo
Como se ha expuesto anteriormente, el clima (junto con el relieve, roca madre, tiempo y seres vivos) determina el tipo de suelo que vamos a tener. A su vez, las características del mismo, tales como la textura, pH, contenido en materia orgánica, etc., van a condicionar de una forma definitiva el tipo de cultivo que ese suelo puede albergar (si es que es susceptible de ser cultivado), los problemas que estos suelo pueden presentar (así como sus puntos fuertes), los cuidados a tener en cuenta, etc. (los suelos arcillosos son más difíciles de labrar y tienen mayor riesgo de encharcamiento, los suelos arenosos presentan una mayor aireación así como una elevadísima permeabilidad, las diferencias de pH condicionan la disponibilidad de los nutrientes…). Los análisis de las principales propiedades de los suelos, así como el clima reinante, deben ser los protagonistas a la hora de decidir el cultivo más adecuado para cada zona.
De una forma muy general, se puede decir que los suelos yeclanos son calizos, profundos, con una buena permeabilidad y con un muy bajo contenido en materia orgánica. De una forma más concreta, en Campo Arriba, los terrenos son de naturaleza caliza, mientras que en Campo Abajo son más arcillosos. Otro aspecto importante es la abundancia del hierro en los suelos yeclanos, hecho que influye en la susceptibilidad a la oxidación y a las quiebras férricas de los vinos de la comarca, sobre todo los blancos.
Los tipos de suelos más representativos de Yecla, corresponden a Leptosoles, Fluvisoles, Regosoles, Cambisoles y Calcisoles. Dicha descripción se ha realizado según la clasificación de la FAO-UNESCO (1.988), que opta por una nomenclatura basada en denominaciones tradicionales, sean populares o extraídas de sistemas taxonómicos anteriores.
Los Leptosoles son suelos limitados por la presencia de una roca dura continua a 30 cm o menos o por material con alto contenido de carbonato cálcico. Presentan una capacidad de uso (entendida esta como la vocación de uso para cada porción de tierra a emplear así como las limitaciones que restringen su utilización) para la agricultura baja o muy baja, siendo sus limitaciones: pendiente, escaso espesor del suelo, afloramientos rocosos y problemas de erosión (sobre todo en zonas de mayor pendiente). Estos suelos corresponden con la mayoría de sierras del término, sobre todo en las partes de solana.
Los Fluvisoles son suelos jóvenes, desarrollados sobre materiales aluviales recientes con perfiles más deposicionales que edáficos. Son suelos con un bajo riesgo de erosión, presentando, los de tipo calcárico, una capacidad de uso agrario alta, sin embargo tienen limitaciones como consecuencia de su estructura poco equilibrada y pedregosidad, así como por las posibles heladas. Los Fluvisoles del término de Yecla contienen importantes cantidades de carbonatos, por lo que se clasifican como Fluvisoles calcáricos (FLc). Se localizan asociados a Cambisoles y Calcisoles en la zona de la Rambla del Arabí, Cañada del Pulpillo y en general en los depósitos aluviales de las zonas bajas del municipio.
Los Regosoles son suelos débilmente desarrollados, formados a partir de materiales no consolidados. Por lo tanto, la limitación más importante de esto suelos es la elevada tasa de erosión que presentan.
Los Cambisoles son suelos en una etapa inicial de formación. Su falta de madurez se manifiesta en el perfil, que suele conservar cierta semejanza con el material originario. Las pérdidas de suelo difieren en función de donde están situados. Esta es baja en los materiales cuaternarios y moderadas, altas o muy altas en los relieves carbonatados en función de la litología, presencia vegetal o pendiente. Queda claro que en los materiales cuaternarios, la capacidad de uso agrario es alta, siendo baja o muy alta en los relieves carbonatados.
Por último, los Calcisoles son suelos con acumulación de carbonato cálcico debido a la elevada evapotranspiración y a las escasas precipitaciones. Esta acumulación se puede dar en los horizontes C, B o A. La escasez de humedad y la presencia de la costra caliza limitan la utilidad de los mismos para la agricultura. Son los suelos más representados en el término municipal.
Esta acumulación de caliza se ha solucionado tradicionalmente a través de cultivos como vid, almendro, olivo, que una vez plantados viven bajo la cementación con un régimen hídrico artificial (Mataix, J (2.001). Edafología Ambiental).
En nuestro caso, de forma tradicional, los cultivos, sobre todo de viñedo y almendro, que se han desarrollado sobre Calcisoles de tipo pétricos (aquellos que corresponden con áreas de deposición de gravas y carbonatos en cantidad suficiente para la formación de la costra calcárea) han resuelto el problema de la costra calcárea mediante la rotura de la misma (caliche) mediante maquinaria pesada.
e) Principales cultivos
A continuación, se describen brevemente los principales cultivos que encontramos en nuestro municipio (Enciclopedia divulgativa de la historia natural de Jumilla-Yecla):
Viñedo
Sin duda, el cultivo más extendido, característico y con más tradición en nuestro municipio. La importancia de este cultivo para Yecla merece una especial atención hacia el mismo. De esta manera y haciendo un poco de historia, Yecla recibe el vino de los fenicios y posteriormente de los romanos. Recientemente se han descubierto los restos de una bodega datada del Siglo I de nuestra era, sitada el paraje de la Fuente del pinar, existiendo indicios de la utilización de la misma hasta finales del siglo XV. Son abundantes los viñedos que encuentran los árabes cuando llegan a nuestras tierras y en el siglo XVIII se considera Bodega Mayor la producción de vinos de esta zona, según las crónicas de Felipe II.
Sumida en varias crisis debidas a guerras, epidemias, desavenencias climáticas, etc., es en la segunda mitad del siglo XIX cuando Yecla vivió un nuevo desarrollo económico basado en la creciente actividad vitivinícola, lo que repercutió en el gran aumento de las infraestructuras y las obras públicas. Poco más tarde, a mediados de la década de 1.920 se produce un impulso y notable cambio a la industrialización de Yecla. Antiguos y pequeños agricultores motivados por una crisis en el sector agrario a la vez originada por problemas climáticos, aumentos de costes de producción y estancamiento de los precios de venta, pasan a formar parte de un grueso industrial que adquiere una importancia vital para la vida económica de nuestra ciudad, siendo reforzado con la creación de la cooperativa del mueble y la posterior creación de la Feria del Mueble.
La situación vuelve a tornar con motivo de la creación del Consejo regulador allá por el 1.972-73 cuando se empieza a avalar la calidad experimentada de las uvas y vinos producidos, por medio de los seguimientos que se realizan a los viñedos y bodegas por personal cualificado y por el Comité de Calificación, los cuales realizan periódicas tomas de muestras y catas de los vinos, para el control de los productos amparados.
Durante toda esta época y habiendo descubierto el grandísimo potencial de nuestra uva autóctona Monastrell, Yecla se sigue centrando en la producción de vino a granel debido a una gran demanda de este producto procedente de otras regiones productoras del norte de España (Rioja, Ribera del Duero), que demandan nuestro producto debido a estar dotado de las características organolépticas (color, alcohol y intensidad frutal) que ellos no podían encontrar con sus propias variedades de uva.
Es a partir de mitad de la década de los 80 cuando realmente se empieza a apreciar el valor y potencial de esta variedad y empieza a surgir un espíritu de preocupación por la elaboración de vinos de calidad y en formato embotellado.
A partir de entonces, se llevan a cabo importantes inversiones en viñedo, mejoras continuas en bodegas y un alto gasto en promoción con el objeto de cambiar esa vieja imagen de “granel” de vinos Monastrell. De esta forma, la citada variedad recibe el prestigio y reconocimiento que merecía tanto a nivel nacional como internacional.
Hasta la fecha de hoy, en la que, con la aplicación de las modernas técnicas de cultivo y la implantación en las bodegas de nuevas tecnologías en la elaboración, se puede considerar a la Denominación de Origen Yecla en plena expansión y con un enorme futuro.
En cuanto a las variedades, las tintas predominan (92,5%) con gran diferencia sobre las blancas (7,5%). De las variedades tintas, destaca la superficie dedicada a la uva Monastrell, típica de la zona y la mejor aclimatada a las condiciones de cultivo que aquí se dan, que representa el 85% de la extensión dedicada al viñedo. El resto de las tintas (7,5% de la superficie dedicada a la vid) está distribuido entre las variedades Garnacha tinta, Garnacha tintoreta, Tempranillo, Merlot, Cabernet Sauvignon y Syrah. De las variedades blancas destaca la Airen (5% de la superficie dedicada a la vid), cultivándose también otras como Merseguera, Macabeo y Malvasía.
En este cultivo, destaca la modernización y, como se ha comentado anteriormente, la puesta en regadío de parte de su superficie, así como una intensa mejora y renovación de la cadena de elaboración, hechos que, sin duda, han permitido mejorar sustancialmente la calidad de los vinos producidos en los últimos años. Asimismo, destaca la incorporación de nuevos marcos de plantación y espalderas que guían el crecimiento de la cepa. Esta novedad (que incrementa la producción) tiene una serie de impactos ya que hace más artificial el tradicional paisaje de la vid y puede provocar la muerte de fauna asociada, etc.
En los últimos años se está observando en Yecla, tal y como se expuso en la actualización histórica, el fortalecimiento del tejido empresarial asociado al vino, apoyado en la producción de vinos de calidad. Además, este sector tiene un enorme arraigo y aceptación en la zona en la que nos encontramos, siendo una muy buena alternativa para diversificar la economía local.
Ligado a este florecimiento de la industria del vino, se está formando un turismo asociado al vino, un turismo enológico, con la rehabilitación de antiguas bodegas, visitas guiadas a las mismas bodegas y fincas, catas de vino, etc. Desde mi punto de vista, esta es una muy buena noticia para la economía de nuestra ciudad y para la agricultura local, ya que está permitiendo la rehabilitación de espacios rurales olvidados. Ahora bien, estas actividades deben llevarse a cabo siempre desde la óptica de la sostenibilidad y del respeto al entorno (ejemplos en ambos sentidos, es decir, con respeto y con falta de respeto al medio, tenemos en nuestro municipio).
En el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Yecla (que protege únicamente caldos elaborados con uvas cultivadas en nuestro término), están inscritas nueve bodegas, distinguiéndose dos subzonas de producción de uva a lo largo y ancho de nuestro municipio:
Campo arriba: con presencia mayoritaria de la variedad Monastrell y otras tintas y graduaciones alcohólicas de hasta 14º.
Campo abajo: que produce uvas de menos graduación (hasta los 12º en tintos y 11,5º en las blancas).
La densidad de la plantación está comprendida entre 1.100 y 1.800 cepas por hectárea en secano y entre 1.600 y 3.200 cepas por hectárea en las zonas de regadío.
Arbolado de secano
En esta categoría se agrupan un elevado número de parcelas cultivadas con almendro, olivo y en menor mediada asociaciones de estos con cultivos cerealistas y viñedo. Presentan una distribución irregular en la comarca. Son cultivos que, a menudo, se adentran en las faldas de ladera y cerros.
Herbazal de riego
Las huertas de riego están poco representadas en el conjunto de la zona, presentando una clara regresión. Los cultivos son muy variados (patata, alfalfa, girasol, melón, sandía, tomate, cebolla, maíz forrajero, garbanzo, haba verde, etc.) y frecuentemente se localizan en parcelas de pequeño tamaño.
En este sentido resultaría muy interesante recuperar parte de la tradicional huerta yeclana situada en la zona inundable del municipio, como continuación del propuesto “Parque de Avenidas”. Existen algunas experiencias a nivel nacional o europeo donde se ponen a disposición de los ciudadanos terrenos municipales para que cultiven en unas determinadas condiciones, de modo que se preserven las zonas más fértiles, fomentando la economía local y manteniendo la biodiversidad.
Arbolado de regadío
Fotografía aérea de la zona de huerta. 1956
Grupo heterogéneo de arbolado, despuntando el cultivo de manzano, melocotón, peral y almendro de regadío. Tal y como se comentó anteriormente, a este grupo se ha incorporado en los últimos años, algunas hectáreas de olivo. Como en el caso de la huerta, está en clara decadencia.
Cereal-pastizal
Cultivos cerealistas de secano, principalmente de cebada, trigo y avena. Sistema rotativo de año y vez, de tal modo que los cereales se pueden presentar en sus diversas formas: siembra, arado y rastrojo. Si los cultivos se abandonan, se convierten en eriales cubiertos por pastizales de gramíneas y otras plantas anuales muy apreciadas por el ganado.
f) Paisaje
La mayoría de los paisajes agrícolas de Yecla están dominados por amplias extensiones de vid, así como olivos y almendros (estos en menor medida). También son característicos los cereales y barbechos, sobre todo en el norte del municipio. En este sentido es necesario señalar, por su importancia, a las Estepas de Yecla. Se incluye bajo esta denominación los llanos ondulados situados entre los 800 y 700
m.s.n.m. y localizados en la zona septentrional del término municipal, incluyendo parajes como Los Hitos, La Sin Puerta, Los Derramadores, El Miedo, Cañada del Pulpillo, etc. Esta zona, como el resto de áreas cultivadas está muy antropizada, estando ocupados los terrenos mayoritariamente por viñedos, campos de cereal, rastrojos, yermos, olivos y almendros. La zona posee un elevado valor ecológico, y reciben el nombre de “Estepas de Yecla”. Las “Estepas de Yecla” se extienden desde el NO al SE de Yecla, ocupando un área de unas 4.290 Ha, formando el paraje natural más extenso y desconocido (como tal) por la mayoría de los yeclanos. En cambio, a nivel europeo si que está considerada como zona de especial protección para las aves o zona ZEPA (debido a la importante presencia de Avutarda (Otis tarda) y Ortega (Pterocles orientales)). La Avutarda está considerada como “En peligro de extinción” en la Región de Murcia y como “Vulnerable” en España. Estamos ante zonas completamente humanizadas y están formadas por llanos ligeramente ondulados en los que destacan pocos árboles, zonas de yermos, espartizales y sobre todo grandes extensiones de cereal y viñedo. El único accidente montañoso son “Las Moratillas” con 834 m.s.n.m. Para el mantenimiento de las mismas, es necesario la conservación de los setos y ribazos que dividen los cultivos, como zona importante de cría de muchas especies y como productor de alimentos para los habitantes de los llanos (semillas, las mismas plantas, gran variedad de insectos…).
También es necesario mantener los cultivos tradicionales de la zona (cereales y viñedo) y evitar en lo posible la aparición de cultivos de regadío, como árboles frutales y otros, que al cambiar el medio, desplazan a los habitantes típicos de las pseudo-estepas yeclanas. Incomprensiblemente, esta zona de especial protección para las aves no cuenta con un plan de gestión así como tampoco ayudas agroambientales, ni a corto ni a medio plazo. Además, es más que probable la instalación de una línea de alta tensión que saldría desde el parque eólico de Tobarrilla, atravesando zonas forestales de este paraje, bordeando la zona ZEPA (lo que va a ocasionar graves problemas a las esteparias en sus traslados veraniegos a la Mancha), pasando asimismo justo por delante del Arabí y cruzando las Gateras. Esperemos que por el bien de nuestro entorno, proyectos de este tipo no salgan adelante ya que estamos produciendo una energía renovable a cambio de destrozar bosques, hábitats, pasos de fauna, etc. Existen lugares en nuestro municipio, donde la ubicación de este tipo de infraestructuras no causaría tanto impacto.
Entre los elementos artificiales de la presente zona, además de los cultivos y su infraestructura asociada como caminos y balsas de riego, se pueden citar las distintas carreteras que los atraviesan así como la gran cantidad de casas de labranza dispersas entre las que destacan los antiguos asentamientos agrícolas como las Casas de Almansa, Casas de Los Hitos, Casas del Pulpillo, Casas de la Ceja, Casas del Miedo y Casa los Ricos.
De forma general y a gran escala, podríamos dividir el paisaje agrícola yeclano en tres grandes piezas:
Grandes labradíos herbáceos de secano, alternándose siembra y barbecho.
Regadíos tradicionales y nuevos: hortícolas y frutales.
Grandes extensiones de viñedo, y en menor medida, almendros y olivos. En todos ellos se alternan plantaciones viejas y nuevas.
3. Funciones de la agricultura.
La agricultura desempeña un papel fundamental, tanto para el Ser Humano como para el Medio Ambiente, que en la mayoría de casos no es reconocido ni tomado en consideración. De una forma general, se puede decir que la agricultura tiene cinco funciones básicas: ambiental, de producción de alimentos y bienes, económica, social y cultural.
a) Función ambiental
Queda claro que una agricultura acorde con las propiedades edáficas y climáticas en las que se desarrolla, ayuda a preservar las características de los suelos, y con ello las múltiples funciones que estos tienen, tales como:
Filtro natural: entendido como la capacidad reguladora de los suelos ante la presencia de sustancias contaminantes.
Regulador de inundaciones: un suelo bien estructurado y con una buena cubierta vegetal es un excelente protector contra las inundaciones y avenidas.
Hábitat de numerosas especies vitales para nuestro ecosistema.
Asimismo, el mantenimiento de espacios agrícolas, permite la existencia de zonas tan valiosas como las anteriormente comentadas, “Estepas de Yecla”. En este sentido hay que destacar por su importancia a los ecotonos. Los ecotonos son límites naturales entre dos ecosistemas distintos, son zonas de transición donde conviven especies propias de ambos ecosistemas, siendo zonas de una elevada riqueza e interés biológico. Los espacios agrícolas desempeñan muchas veces este papel.
Especial interés presentan estos ecotonos en las transiciones entre espacios forestales y agrícolas (ejemplos encontramos en la Sierra de Salinas y Arabí). Estamos ante zonas cuya preservación es vital por los múltiples beneficios ecológicos que reporta. La importancia de estas zonas viene reflejada, por ejemplo, en la Memoria Justificativa del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) de la Sierra de Salinas, el cual destaca que “los cultivos constituyen habitualmente agrosistemas mucho más productivos, en términos ecológicos, que los sistemas forestales montañosos. En este sentido, muchas especies de aves y mamíferos se cobijan o reproducen en la Sierra pero utilizan las zonas cultivadas adyacentes para alimentarse o beber, sobre todo en los períodos climáticamente más desfavorables. El deterioro de estos sectores mediante transformaciones importantes de las estructuras agrarias y usos actuales ocasionaría pues un deterioro significativo de la fauna de la Sierra”. Los campos adyacentes a la Sierra incluyen linderos y estrechos corredores de vegetación natural –típicamente a favor de los drenajes de la Sierra- que resultan vitales para los movimientos de la fauna entre los distintos sistemas montañosos que configuran este sector de la comarca del Altiplano, tales como la Sierra de las Pansas y del Carche o la Sierra del Serral”. En el citado PORN, el paisaje agrario anexo a la Sierra viene clasificado como “Zona de Uso Intensivo”, el cual abarca los terrenos de piedemonte de carácter agropecuario, con una superficie de 1.055,52 has. (43,97%). Los principales méritos de conservación devienen de su configuración estratégica como área de transición del bosque colindante o ecotono, con funciones de protección paisajística, hábitat de alimentación para especies de fauna forestales, presencia de estructuras que funcionan como corredores ecológicos así como por la relevancia de la Biodiversidad generada por las propias prácticas agropecuarias y la intensa presencia humana en el paisaje. Sus principales déficits radican simultáneamente en los procesos de abandono de las prácticas agrarias tradicionales, por un lado, y la intensificación de las mismas, por otro, en particular mediante la modernización agraria. Las prioridades de gestión se centran en la conservación de las estructuras entre parcelas (setos, linderos), el mantenimiento de los corredores ecológicos, sobre todo la vegetación asociada a los drenajes procedentes de la Sierra y de las prácticas tradicionales”.
Por otra parte, las plantas y finalmente, el suelo, actúan como sumideros de Carbono, captando de esta forma dióxido de carbono (el gas que más contribuye al efecto invernadero). Sin embargo, y como veremos posteriormente, el balance actual es muy negativo, siendo la agricultura, responsable del 10 % de las emisiones causantes de este efecto.
b) Función de producción de alimentos y bienes.
Como sabemos, la agricultura proporciona la práctica totalidad de los alimentos y una buena parte de otros bienes que consumimos (medicamentos, algodón, cremas…)
c) Función económica.
Aspecto este ya no solo como consecuencia de la función punto, sino también debido a un más que floreciente turismo rural, muy de moda en nuestros días, que va ganando poco a poco adeptos como alternativa al saturado litoral.
d) Función social.
Para mantener la agroecología y mejorar la calidad de vida (además de asegurar la supervivencia) de la población rural, sobre todo de los jóvenes, son fundamentales la conservación y el dinamismo de las comunidades rurales. La viabilidad social comprende la conservación del legado cultural. Las comunidades agrarias y rurales siguen identificándose intensamente con sus orígenes históricos, de manera que el mantenimiento de la agricultura tradicional, tiene un profundo valor social.
e) Función cultural.
Más que una función, estamos ante un componente de la agricultura, el cual forma parte de su propio nombre. Todo lo que rodea a la agricultura es cultura: los paisajes agrícolas son cultura (y son muchas veces indisociables de las zonas en los que se ubican, siendo auténticas señas de identidad de las mismas), las técnicas de cultivo son cultura así como la gente que trabaja en el campo (los cuales son cultura viviente), las antiguas casas rurales son cultura…
Las funciones descritas, aportan una serie de beneficios que, como dije al comienzo del apartado, no siempre son tenidos en cuenta a la hora de valorar el papel de la agricultura. La mayoría de veces, la función de producción de alimentos y otros bienes de consumo, es la única visible, o al menos la única que parece ser tenida en consideración. De esta forma, se infravalora y menosprecia a nuestra, tan importante, agricultura, jugando con una clara desventaja con respecto a otros sectores.
3. Impactos negativos de la agricultura.
En el apartado anterior se ha intentado hacer una síntesis de las funciones de la agricultura. Dichas funciones nos proporcionan de forma directa o indirecta una serie de beneficios vitales para el desarrollo de nuestras vidas. Sin embargo, una agricultura mal gestionada, que utilice prácticas incorrectas (de manejo de las tierras, de fertilización, de transformaciones de usos, etc.) y que no esté acorde con el entorno, tiene un impacto muy negativo para el medio. Una actividad, que podría ser muy beneficiosa, pasa a convertirse en una auténtica amenaza para la salud ambiental y la población.
También tiene que quedar claro que la agricultura, aunque esté bien gestionada y acorde con el entorno tiene impactos (entendidos como una modificación del Medio Ambiente), puesto que cualquier actividad del Ser Humano sobre el medio tiene impactos (positivos, negativos, o de ambos tipos). Si bien, en ese caso, los impactos positivos compensan con creces los impactos negativos producidos.
Precisamente, este tipo de agricultura (aquella desacorde con el medio y con un gran impacto negativo), es la que viene siendo protagonista en las últimas décadas. Un tipo de agricultura intensiva (o agricultura industrial), cuya única preocupación es la de producir gran cantidad de alimentos o de otros productos, sin tener en cuenta los impactos y la retroalimentación negativa, que esta práctica supone.
Es objeto del presente apartado destacar los impactos negativos que una agricultura mal gestionada tiene sobre el medio en el cual se desarrolla:
Pérdida de materia orgánica: La materia orgánica juega un papel crucial en el suelo, ya que es un almacén de nutrientes, contribuye a la aireación del suelo, reduce la compactación y asegura una buena estructura, mejora la infiltración, actúa como un tampón que regula el pH de los suelos, es fuente de nutrientes para los microorganismos…Los factores naturales condicionan la cantidad de materia orgánica de un suelo (clima, material parental, cobertura del suelo, topografía…), si bien, el uso intensivo del suelo por parte de la agricultura así como la utilización de prácticas inadecuadas, provocan un descenso de la cantidad de materia orgánica de los mismos. Suelos cuya cantidad de materia orgánica es inferior al 1,7 %, se consideran que están en un estado de pre-desertificación (que corresponde con la práctica totalidad de nuestros suelos dedicados a la agricultura).
Compactación del suelo: sobre todo debido a la utilización de maquinaria muy pesada. Una definición sencilla del concepto de compactación sería el deterioro de la estructura del suelo por presión mecánica. La compactación del suelo provoca un descenso en la actividad biológica, reduce la porosidad (que se traduce en una pobre aireación, hecho que lleva consigo la reducción del crecimiento de la planta e induce la perdida de nitrógeno del suelo, con la consiguiente producción de gases de efecto invernadero por la desnitrificación en zonas anaerobias) y la permeabilidad. Al haber una menor infiltración, hay más riesgo de erosión ya que el suelo no es capaz de absorber el agua que recibe. De esta forma, se crean las escorrentías, arrastrando el suelo a su paso. Por consiguiente, los riesgos de inundación también son mayores, al verse reducida la capacidad de almacenar agua por parte de los suelos.
Contaminación: la utilización de fertilizantes inorgánicos, pesticidas, aguas con altos contenidos en sales y residuos orgánicos (en dosis altas y con importantes cargas contaminantes), entre otros factores, está provocando la contaminación de aguas (por nitratos, fosfatos y metales pesados), suelos (con fenómenos como la salinización, que es la acumulación de sales solubles de sodio, magnesio y calcio debida a riegos con aguas con altos contenidos en sales o por la excesiva aplicación de fertilizantes, provocando un descenso notable en la fertilidad), alimentos, etc.
En el caso concreto de la contaminación de acuíferos, los sistemas acuíferos próximos al entorno urbano de Yecla (Sistemas Acuíferos Cingla-Cuchillo y Jumilla-Villena) están constituidos por dolomías del Cretácico Superior, con un impermeable de base de Facies Utrillas y Trías Keuper. Es muy probable que exista una comunicación hidráulica, “en cascada”, a través del Cuaternario entre ambos sistemas a la altura del núcleo urbano de Yecla. El afloramiento, en las proximidades de Yecla, de terrenos dolomíticos (Cerro del Castillo, Cerro de las Trancas, Algezares, Sª de la Magdalena, etc.) y detríticos (depósitos aluvio-coluviales) condiciona una gran vulnerabilidad de los acuíferos subterráneos a la contaminación superficial. Las dolomías presentan permeabilidad por fisuración y karstificación y tienen un bajo o nulo poder de autodepuración frente a un contaminante. En el caso del acuífero Cingla-Cuchillo las fuentes de contaminación principales son de origen agrícola debido al uso de fertilizantes cuyo lixiviado eleva ligeramente el contenido en nitratos en algunos puntos aunque no llega a plantear problemas.
En cuanto a las aguas residuales urbanas, las únicas localidades cuyos vertidos pueden afectar al acuífero son Fuente del Pino y Alquería. Su incidencia es mínima puesto que se efectúa sobre materiales pliocuaternarios poco permeables, con poca cuantía de vertido y una elevada profundidad del nivel piezométrico.
La salinización de las aguas de los acuíferos como consecuencia de una excesiva explotación de las mismas es otro de los problemas muy a tener en cuenta. También hay que considerar que las aguas de infiltración de la rambla de Agua Salada pueden provocar un empeoramiento de la calidad del sector Arabí-Yecla.
Otros posibles focos de contaminación de los acuíferos podrían ser: la ganadería estabulada del caprino así como las fosas sépticas de las segundas residencias, situadas sobre todo en la “vega” del municipio, las cuales, de seguir el aumento vertiginoso en la construcción de este tipo de viviendas pueden pasar a constituir un auténtico problema.
Por último, cabe reseñar el vertido que se viene realizando últimamente de cerca de 1,5 hm3 de aguas residuales por parte de la depuradora municipal a terrenos anexos a la misma.
Erosión: de nuevo, el manejo intensivo, el uso de prácticas inadecuadas así como el abandono de tierras agrícolas, están provocando la cada vez mayor presencia de los procesos erosivos en los suelos agrícolas. Las pérdidas de suelos por erosión, pueden sobrepasar las 15 ta/ha (Soil Atlas of Europe. European Soil Bureau Network. European Comission, 2.005). Este proceso es más que preocupante, sobre todo, si tenemos en cuenta que el suelo es considerado como un recurso no renovable. La génesis del suelo es un proceso muy largo y costoso, la formación de una capa de 30 centímetros de suelo, puede llevar de 1.000 a 10.000 años (Haberli et al., 1.991), sin embargo, la destrucción del mismo (como tristemente podemos observar en la zona en la que vivimos) es un proceso mucho más rápido y sencillo.
Pérdida de diversidad: en este punto, me gusta hablar de la pérdida de la diversidad agraria, entendida esta como un todo, es decir, pérdida de todo aquello que tiene que ver con la agricultura, ya que no solo se ha reducido enormemente el número de especies sometidas a cultivo, aspecto este enormemente importante, sobre todo si tenemos en cuenta que en el último siglo se han perdido el 75 % de las plantas de cultivo y que la vida humana depende de tan solo 45 especies (de ellas, una treintena aporta el 90% de las calorías que ingerimos) , sino que también se están perdiendo paisajes, casonas agrícolas, fauna asociada a agrosistemas, gente que se dedique a la agricultura (y con ello sabiduría que no pasa a otras generaciones)…
Pérdida de valor nutritivo y contaminación de los alimentos: el agotamiento de los suelos y la incapacidad para producir la gran cantidad de alimentos que se les exige, está provocando un descenso en el valor nutritivo de algunos de los alimentos que consumimos. Asimismo, la utilización de productos químicos para el control de plagas y eliminación de plantas competidoras, está provocando la presencia de contaminantes en los productos producidos y, por lo tanto, en nuestro organismo.
Organismos modificados genéticamente (OMT): la puesta en cultivo de este tipo de organismos (aquellos a los que en laboratorio, se les modifica su contenido genético para, por ejemplo, hacerlos resistentes a determinadas plagas, para que cambien el color, para que sus frutos sean más duraderos…) es un auténtico peligro para el medio ambiente. Los impactos que los OMT tienen sobre el entorno son muy diversos: transferencia de genes por polinización cruzada y contaminación genética (por ejemplo, si a una planta se le ha incorporado el gen que la hace resistente a un herbicida, este gen puede pasar también a las plantas silvestres que circundan la plantación), uniformidad de cultivos (por lo tanto mayor vulnerabilidad ante plagas), exterminación de especies no objetivo (ya que muchas plantas son modificadas para hacerlas resistentes a plagas, pero esta resistencia, en la mayoría de casos mediante la producción de toxinas, puede afectar a otras especies vitales para el Ecosistema), peligros para la salud del Ser Humano, que está ingiriendo una planta concebida en el laboratorio, cuyo comportamiento es desconocido (la aparición de nuevas bacterias patógenas y resistencias a antibióticos, está ligada a la liberación de OMT). Además de estos impactos ambientales, tenemos también los económicos y sociales, ya que los agricultores pasarían a depender de unas pocas multinacionales que poseen las patentes sobre este tipo de organismos. Si los OMT tienen todos estos impactos ambientales, económicos y sociales, cabe preguntarse por qué cada vez tienen más protagonismo. Desde mi punto de vista, la respuesta es clara y sencilla: la intención de controlar la soberanía alimentaría de los países pobres por parte de unas pocas compañías transnacionales al amparo de los países ricos.
Consumo excesivo de agua: la figura 13 representa los usos del agua del principal acuífero que abastece a nuestra población. El consumo por parte de la agricultura predomina muy por encima del resto (80%). Este consumo, se ha incrementado de forma muy notable en los últimos años, debido al aumento de las producciones intensivas, muy dependientes de regadío (estas producciones se concentran sobre todo en el sur y el este del país, precisamente, las zonas que más problemas de agua tienen), transformación a regadíos de tierras tradicionales de secano, existencia de un elevadísimo número de pozos ilegales (la organización WWF/Adena, calcula que en España existen un total de 510.000 pozos ilegales, 20.000 de los cuales en la Cuenca del Segura), etc.
Fuente: Elaboración propia.
Como se expuso en la introducción, la situación de los acuíferos que abastecen al término es crítica. La situación podría asemejarse a la de un enfermo, al cual, en vez de suministrarle un tratamiento para que se mejore, se le está dejando morir, aun a sabiendas que dependemos de la supervivencia del mismo. Cuando se trata el tema de agua, y más en una zona como la nuestra donde juega un papel estratégico y fuente de discordia, es necesario diferenciar dos conceptos que a veces se confunden, como son la sequía y la aridez. La sequía se define como una reducción temporal notable del agua y la humedad disponibles, por debajo de la cantidad normal o esperada para un periodo dado. Por su parte, el término de aridez es una característica permanente de regiones con baja lluvia como es nuestro caso. Esta distinción es importante ya que Yecla, debido al área en la que se encuentra, posee un régimen de lluvias bastante bajo, aspecto que, sin duda, hay que tener en cuenta a la hora de planificar el tipo de cultivos propios de esta zona. Nuestro régimen de lluvias es semiárido, y con este nivel normal de agua disponible es con el que hay que contar. El problema viene cuando se consume mucho más de lo que se dispone, momento en el que agotamos nuestros propios recursos y alguien tiene que hacer algo para mantener nuestro consumo (¿trasvases?, ¿desaladoras?...). En este caso no se puede hablar de sequía, sería necesario hablar de un consumo mucho mayor del que, de forma natural, nos correspondería. Si bien, si que es cierto que hay años concretos de sequía, donde llueve menos de lo normal, años en los que (como el actual) la situación se vuelve crítica debido al excesivo consumo antes comentado.
Al hilo de lo expuesto, algunas de las palabras más utilizadas en los últimos años en nuestra zona (y en general, en toda la zona de levante) son las de ausencia de agua, falta de agua. Sin embargo cabe preguntarse… ¿falta agua realmente? o ¿falta agua porque el consumo doméstico ha aumentado exponencialmente? o porque se han transformado áreas dedicadas desde antaño al cultivo de secano y ahora han sido sustituidas por regadíos, o quizás porque se han desviado caudales ingentes hacia el sector turístico, o ¿podría ser por la existencia de los 20.000 pozos ilegales en la cuenca del Segura así como por las enormes pérdidas de las redes de distribución?... Lo que a mi juicio queda claro es, que para hablar de temas como el que nos ocupa, hay que tener muy clara la situación de partida, las condiciones climáticas, y a partir de ahí opinar y planificar, pero siempre teniendo en cuenta que el problema de la falta de agua es un problema que se ha creado por las causas que cité anteriormente. Por lo que las soluciones no pasan por obras faraónicas como macrotrasvases o llenar la costa de desaladoras, ya que aumentan la oferta, incitando a que barbaridades como las que se han hecho se sigan produciendo. A lo que se debe tender es a regular la demanda, disminuyendo esta a niveles mucho más normales y acordes con la realidad de nuestro pueblo y por extensión, de nuestro país, teniendo en cuenta los factores de desequilibrio citados con anterioridad.
Impactos económicos y sociales: una mala gestión también afecta a la economía y a las personas (además de la antes comentada, pérdida de gente que se dedica a la agricultura). Por la parte económica, un tipo de agricultura de este tipo tiene una serie de costes indirectos que, ni mucho menos pagamos en el precio final del producto. Hablo del dinero que cuesta, por ejemplo, descontaminar un acuífero contaminado por nitratos, tratar a personas con enfermedades provocadas por sustancias contenidas en los alimentos o por organismos modificados genéticamente, descompactar un suelo, etc. Hay otros impactos cuyo valor es incalculable, no tienen valor, porque son irrecuperables, como por ejemplo, la pérdida de suelo. Es decir, si se tuvieran en consideración todos los costes, se llegaría a la conclusión de que una agricultura mal gestionada no es rentable. Entre los impactos sociales tenemos el que afecta a la salud, ya que finalmente es el Ser Humano el que consume esos alimentos, o bebe de un agua contaminada por actividades agrícolas. Asimismo, el sector agrícola presenta una elevada precariedad laboral. La agricultura actual se nutre de mano de obra que en muchas ocasiones tiene un carácter ilegal, bien porque los trabajadores no tienen un contrato o bien porque se trata de inmigrantes que carecen de situación legal en nuestro país.
4. Amenazas.
La agricultura corre un grave peligro. Existen una serie de factores que amenazan la continuidad de algo tan valioso y con tanta tradición en nuestro país como es la agricultura. Queda claro, que todos los impactos descritos en el apartado anterior, son amenazas en si mismas, ya que deterioran o reducen las materias primas de la agricultura: suelo, agua, semillas… sin embargo, el objetivo del presente apartado es describir una serie de amenazas no imputables directamente a una mala gestión de la agricultura o a una agricultura no acorde con el medio (tal y como vimos anteriormente), sino que son amenazas externas a la agricultura:
Aumento de la población: la población mundial está creciendo de forma exponencial. En la actualidad hay en el planeta más de 6.000 millones de habitantes, con previsiones de que este ascenso continue. Esta situación es todo un desafió para la agricultura, que tiene que alimentar cada vez a más gente. Si bien, debe quedar claro que estamos no solo ante un problema de producción, sino que también es de distribución, ya que además de que se tiran muchos alimentos, hay un desigual reparto, en el que los países desarrollados consumen mucho más de lo que necesitan. Este argumento de necesidad de aumentar la producción es muy utilizado, sobre todo por las empresas dedicadas a la producción de semillas transgénicas
Cambio climático: cada vez existen más evidencias de que estamos ante un verdadero cambio climático, debido a las cada vez más importantes emisiones, por parte de la actividad del Ser Humano, de gases a la atmósfera. Estos gases actúan como una barrera, impidiendo que parte de la radiación que emite la Tierra, salga a capas altas de la atmósfera, volviendo ésta a la superficie. Este cambio climático es una seria amenaza para la agricultura ya que implica una aridificación generalizada y un mayor riesgo de degradación debido a un aumento de temperatura, descenso de las precipitaciones y a un aumento de la evapotranspiración. Además de estos efectos directos, existen otros efectos asociados, como podrían ser: mayor recurrencia de incendios, disminución de la calidad del agua, aumento de la salinización de suelos, mayor incidencia de enfermedades tropicales, invasión de especies exóticas, etc. En este punto, es necesario tener en cuenta, que la propia actividad agrícola también contribuye con el cambio climático, emitiendo el 10% de las emisiones de efecto invernadero (a nivel europeo). Estas emisiones corresponden a ciertos gases como: N20 (procedente del suelo debido a la utilización de abonos nitrogenados y a la gestión del estiércol), CH4 (procedente de la fermentación intestinal y de nuevo de la gestión del estiércol) y CO2. La práctica de laboreo de inversión/volteo del suelo en si mismo es la causa principal de las emisiones de este último gas en las áreas cultivadas. Históricamente, el laboreo intensivo de las tierras agrícolas ha causado pérdidas sustanciales (desde un 30% al 50%) del carbono del suelo. Estas pérdidas se deben a la fragmentación del suelo que ocasiona el laboreo y que facilita el intercambio de C02 y 02 desde el suelo a la atmósfera y viceversa. Las operaciones que se efectúan en la agricultura tradicional (laboreo de inversión, con arado de volteo, grados de discos o rotavapor) entierran los restos vegetales y dejan el suelo en condiciones óptimas para que se produzcan pérdidas de CO2, a la vez que se reduce el efecto sumidero de CO2 del suelo.A estas emisiones habría que añadir las que provienen de la maquinaria pesada utilizada en las explotaciones agrícolas así como del transporte de la producción hasta su destino, puesto que la Política Agraria Común promueve un tipo de agricultura intensiva de comercio y exportación. Estamos ante un impacto de la agricultura, pero que es también una amenaza, puesto que la agricultura contribuye con un 10%, siendo el 90% restante no imputable a la misma.
Desarrollo turístico-residencial: el Observatorio para la Sostenibilidad de España (OSE), en su reciente informe sobre sostenibilidad, destaca que Murcia, es la comunidad que más ha incrementado las superficies artificiales (62% con respecto a 1.987). Este crecimiento, citando palabras textuales del informe, “compromete los futuros usos del suelo y crea desequilibrios territoriales, además de implicar grandes necesidades de agua, energía, etc., y de producción de residuos, vertidos a las aguas, etc.” Esta reflexión última es importante, ya que desde mi punto de vista, el debate en cuanto al crecimiento, sobre todo, turístico residencial, se centra, en la mayoría de las ocasiones, en el tema del agua única y exclusivamente. Cierto es que el agua, como se está viendo, es tremendamente importante y es un factor limitante, pero este crecimiento lleva aparejado toda una batería de impactos y de requerimientos, que no siempre son tenidos en cuenta, como los comentados en el informe. A los cuales añadiría la necesaria infraestructura que, crecimientos tan brutales como los que se plantean, necesitan: educativas, sanitarias, transporte, seguridad…Este desacoplamiento está provocando una serie de problemas muy graves, como pueden ser la delincuencia, dificultad de atención sanitaria, accidentes, atascos, etc.
Las leyes de suelo actuales han convertido el espacio rural en potenciales parcelas para ser edificadas. Este hecho, además de promover la compra de tierras agrícolas para la urbanización, eleva los precios del suelo haciendo inviable la compra de nuevas tierras por parte de los agricultores. Por lo tanto, muchos de ellos se ven abocados a abandonar la actividad agrícola y vender sus tierras.
Actualmente, el nuevo Plan General Municipal de Ordenación (que es el documento del cual va a depender el futuro de nuestra ciudad, en cuanto a usos del suelo, áreas protegidas, tipos de desarrollo, etc.) se encuentra en fase de revisión. Este avance del PGMO (diciembre de 2.005) deja la puerta abierta al desarrollo de urbanizaciones aisladas del medio urbano (yendo esto en contra del concepto de ciudad concentrada, produciéndose mayores consumos de agua y de energía, mayor dificultad en la distribución y tratamiento de agua, así como en la recogida de residuos… en definitiva, un impacto negativo importante), habiéndose presentado como propuestas, un total de 20 proyectos urbanísticos, los cuales supondrían la construcción unas 20.000 viviendas (si bien, cuatro de los proyectos presentados no indican el número de viviendas), así como centros hípicos, campos de golf, un aquapark, etc.
Por otra parte, la presencia de viviendas unifamiliares en el “campo” es un fenómeno que no para de crecer, ocupando, en muchas ocasiones, valiosos terrenos agrícolas, llegando a condicionar, en ciertas ocasiones, la actividad agrícola que se realiza en terrenos colindantes. La Ley Regional sobre el tema exige una superficie mínima de 20.000 m2 para el desarrollo de este tipo de viviendas sobre Suelo No Urbanizable, que en el avance del PGMO comprende prácticamente todo lo que no es núcleo urbano (exceptuando, claro está, zonas protegidas). Siendo estos requerimientos mucho menores en nuestro PGMO antiguo. Si bien, esperaremos a ver lo que dice el texto definitivo en este punto tan importante. Por otra parte, cabe reseñar que la armonía de muchas de estas edificaciones con el medio en el que se insertan es prácticamente inexistente.
Lo que queda claro, es el impacto tan negativo que este crecimiento desmesurado tiene sobre el medio ambiente, y en el caso que nos ocupa, sobre la agricultura. De una forma directa (por ocupación física del espacio) y de una indirecta (por la utilización de recursos comunes).
En este sentido hay que volver a hablar del tema del agua. En el apartado anterior, vimos el elevadísimo consumo de agua por parte de la agricultura y la necesidad de tomar medidas en este sentido. Lo que también se constata como una realidad es la desviación de caudales hacia otras actividades, tales como la que nos ocupa. Si bien, solo en el caso de que se resuelvan los problemas argumentados en el apartado anterior, de existencia de pozos ilegales, de transformaciones a regadío en zonas de secano… donde la agricultura, consuma el agua que le corresponda, se podría hablar de que el desvío de caudales hacia otras actividades amenazan el consumo de agua por parte de la agricultura. En la actualidad no se puede hacer tal afirmación, o en caso de hacerse, no estaría fundada, puesto que si un sector no es sostenible, no puede demandar cosas de este tipo hasta que no solucione su insostenibilidad.
Falta de gente que se dedique a la agricultura: otro factor tremendamente importante. La agricultura no está de moda, los jóvenes no quieren ser agricultores, lo ven como algo muy sacrificado, donde ese sacrificio no se traduce en un buen salario y en una estabilidad. No les falta razón, la agricultura, tal y como está planteada y salvo excepciones no es rentable. Este factor provoca, entre otras cosas, el abandono de tierras agrícolas con la consiguiente degradación de las mismas. Está claro que tienen que cambiar muchas cosas. Estamos creciendo en una sociedad donde los que tienen éxito, dinero y se creen poseedores de la verdad en todo momento son los constructores, promotores, políticos, etc., de manera, que a nadie le extrañe cuando un hijo le diga a sus padres, que de mayor quiere ser constructor o promotor, así nos va…
Fenómenos climatológicos: heladas, granizo, tormentas, etc., son fenómenos muy tenidos en cuenta por los agricultores yeclanos ya que son circunstancias, lamentablemente, habituales en nuestra zona. No necesitamos remontarnos muchos años para comprobar la severidad de nuestro clima puesto que este año se han producido importantes pérdidas debido a heladas y granizo.
Plagas: estamos ante un factor natural, pero que se puede ver agravado debido a prácticas inadecuadas, o a factores tales como el cambio climático.
Políticas agrarias: la Política Agraria Común (PAC) establecida por la CEE ha promovido la concentración y las grandes explotaciones intensivas, apostando por un modelo que abusa de los fertilizantes químicos, pesticidas, supone un gasto insostenible de los recursos hídricos (en aquellas zonas más deficientes, como es la nuestra), gran consumo de plástico (invernaderos y envasado) y la estabulación intensiva para el caso de la ganadería. Esta política se basa en subvenciones, las cuales se concentran en ciertas regiones (el 80% de la producción agrícola se realiza en el 20% de las tierras), dejando de lado a otras zonas que muchas veces tienen un valor ecológico más elevado y donde la disminución o desaparición de la actividad agraria supone un auténtico colapso de la economía de la zona así como el deterioro del medio que la albergaba.
Otros: como pueden ser las canteras (por la presencia de maquinaria pesada, polvo, apertura de caminos, etc.,), líneas de alta tensión, etc.
5. Futuro y propuestas.
Se me ocurren muchas cosas que se deberían cambiar para tener una agricultura rentable, sostenible y mucho menos impactante. Pero, en primer lugar, me gustaría transmitir la filosofía que debería imperar en las reformas, propuestas, etc., que se lleven a cabo. Esta no es otra que intentar imitar a la naturaleza, lo que se conoce como biomímesis. Esto no es ni más ni menos, que utilizar las mismas armas que tiene la naturaleza (por ejemplo, para controlar una plaga, utilizar su depredador, en vez de utilizar productos químicos etc.), haciendo las cosas como se hacían en antaño, de la forma más lógica, intentando siempre cerrar y respetar los ciclos (por ejemplo, devolviendo al suelo la materia orgánica que pierde). Si los sistemas en su estado natural perviven, es porque esa fórmula es la correcta.
Queda patente, siguiendo los apartados de impactos y amenazas, las consecuencias que la agricultura actual está provocando sobre el medio y las amenazas que tiene. A partir de ese análisis, se pueden sacar una serie de conclusiones y plasmarlas en forma de propuestas de mejora. Por lo tanto, mi primera propuesta es revisar las causas de todos los impactos negativos y las amenazas que se ciernen sobre la agricultura, para no volver a cometer esos errores. Otra serie de propuestas serian:
Apuesta firme por la agricultura ecológica: la agricultura ecológica, también conocida como biológica u orgánica, es una forma de cultivar y cuidar la tierra y de criar el ganado de manera respetuosa con la naturaleza, sin utilizar productos químicos tóxicos (abonos, pesticidas, herbicidas, etc.); sin semillas modificadas genéticamente (los llamados transgénicos u OGM); sin forzar los ciclos de fertilidad. Su finalidad es obtener alimentos sanos, en su punto de madurez, con todo el sabor, el aroma, la textura, con toda la vitalidad y todas las ventajas de los alimentos saludables (Consejo de Agricultura Ecológica de la Región de Murcia, CAERM). Cuando se apuesta de forma tan decidida por algo, esta decisión debe ser defendida dando argumentos sólidos. Las ventajas de este tipo de agricultura son innumerables, entre las que se encuentran: la calidad y seguridad del producto (al respetar los ciclos, no utilizar sustancias químicas y no estar manipulados genéticamente, se consiguen alimentos con contenidos nutritivos, aspectos, sabores, etc., acordes con el alimento que estamos tomando), el aumento de la diversidad de cultivos, de paisajes, de otras plantas (ya que se fomenta la diversificación de cultivos, la conservación de semillas autóctonas, etc.) o de fauna que no se ven afectadas por el uso de productos químicos, la vuelta a la armonía entre el agricultor y su entorno (aspecto este que, como hemos visto, se está perdiendo), la disminución drástica en la contaminación de agua, aire y suelo, el freno a la erosión y a los incendios…
A. García (revista Athene nº12) destaca las acciones a llevar a cabo para que un sistema agrícola sea calificado como ecológico:
Protección a largo plazo de la fertilidad del suelo mediante el mantenimiento de los niveles de materia orgánica, la estimulación de la actividad biológica del suelo y un cuidadoso laboreo.
El aporte indirecto de nutrientes a los cultivos mediante el uso de fuentes de nutrientes relativamente insolubles, los cuales se ponen a disposición de los cultivos a través de los microorganismos.
La autosuficiencia del nitrógeno a través del uso de leguminosas y la fijación biológica de nitrógeno, así como un efectivo reciclaje de materiales orgánicos incluyendo los residuos de cultivo y estiércol.
El control de malezas, enfermedades y plagas mediante la rotación de cultivos, el estímulo de depredadores naturales, el incremento de la biodiversidad, el uso de abonos orgánicos, variedades resistentes e intervenciones térmicas, biológicas y químicas limitadas.
Manejo extensivo del ganado, prestando atención a su comportamiento innato y a su bienestar con respecto a la nutrición, alojamiento, salud, reproducción y cría.
El control del impacto potencial sobre el ambiente, la vida salvaje y los hábitats naturales.
El Altiplano posee el 46% de los cultivos dedicados a agricultura ecológica de la región de Murcia (datos del CAERM), sin embargo, el porcentaje con respecto al total sigue siendo bajo. Como se puede apreciar en la figura 17, la superficie actual dedicada a la agricultura ecológica, está en torno a las 2.500 ha. En Yecla se da la circunstancia que los cultivos mayoritarios como son la vid, el olivo, el almendro o el cereal, son fácilmente manejables mediante este tipo de agricultura, haciendo, si cabe, su aplicación más lógica. Todas y cada una de las acciones señaladas para considerar a un cultivo como ecológico, se convierten en propuestas por si solas en el objetivo de conseguir una agricultura competitiva y poco impactante.
Evolución de la superficie total dedicada a la agricultura ecológoca en Yecla. Fuente: Consejo de Agricultura Ecológica de la Región de Murcia. Elaboración propia
Evolución de la superficie dedicada a agricultura ecológica en Yecla, para los cultivos más imoportantes. Fuente: Consejo Agricultura Ecológica de la Región de Murcia. Elaboración propia. 1:Almendros; 2:Cereales; 3:Hortalizas al aire libre; 4:olivar de oliva para aceite; 5:Veza; 6:Viñedo de uva para vinificación.
Aplicación de residuos orgánicos: tal y como se ha expuesto, la actividad agrícola produce un descenso notable en el contenido de materia orgánica de los suelos.En este sentido, especial atención merece la aplicación de residuos orgánicos, y, en concreto, la aplicación de lodos de depuradora. La cada vez mayor depuración de aguas, hace que la paralela producción de lodos se haya disparado. Hasta hace poco, la mayoría se vertían (en vertederos o mar) o incineraban. Ahora, cada vez con más frecuencia, se utilizan en la agricultura como enmienda orgánica de suelos deficitarios, debido al elevado contenido en Materia Orgánica que estos tienen (anteriormente vimos las funciones que desempeña la materia orgánica en los suelos). De esta forma, se está solucionando el problema de su vertido o incineración (tremendamente impactante) y al mismo tiempo se están mejorando mucha de las propiedades del suelo, cerrando, de esta manera, un ciclo. Pero esta aplicación (dosis, momento, frecuencia), como cualquier aplicación al suelo, debe realizarse de forma controlada y en condiciones de seguridad, teniendo en cuenta las características de los lodos y las propiedades de los suelos (ya que la legislación actual no es muy exigente en ese aspecto).
Prácticas no agresivas con el medio: como se expuso en el apartado anterior, el excesivo laboreo es el principal responsable de las pérdidas de carbono del suelo. En este sentido, conforme menos se laboree un suelo, éste absorbe y almacena más carbono y, por consiguiente, sintetiza más materia orgánica, lo que a largo plazo aumenta su capacidad productiva, disminuyendo al mismo tiempo la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera.
Consumo responsable: la mejora de la situación de la agricultura también compete, y mucho, a los consumidores, ya que de nosotros depende que los productos tengan o no éxito. Como consumidores deberíamos exigir mucho más a los productos que estamos comprando, en lo referente a calidad, aspectos nutritivos, presencia de contaminantes… así mismo, deberíamos rechazar productos con excesivo embalaje (predominantes en grandes superficies), modificados genéticamente, aquellos cuya producción supone el deterioro del medio social, ambiental o económico en el que se producen, etc. Claro está que para lograr esto necesitamos una auténtica y exhaustiva información de la procedencia del producto.
Educación ambiental: en primer lugar se tienen que destacar (a todos los niveles) los impactos de una agricultura mal gestionada, los beneficios que la agricultura nos reporta y las acciones de cara a mejorarla. También resulta, a mi juicio, muy necesario la impartición de cursos sobre temas de interés, como agricultura ecológica, nuevas tecnologías ligadas al medio rural, etc.
Creación de un organismo que encauce la producción a nivel local: pues no existen empresas diversas o industrias transformadoras que acojan esa producción.
Disminución del consumo de agua: instalación de sistemas eficientes, clausura de pozos ilegales, detener conversiones de secano a regadío, control de crecimientos turísticos-residenciales, etc.
Control de crecimientos turísticos-residenciales: cualquier tipo de actividad de este tipo debe estar debidamente justificada, previa consulta a todas y cada una de las partes implicadas y sobre todo asegurando su sostenibilidad ambiental en el largo plazo. Estos condicionantes son importantes ya que en los últimos años se observa una clara tendencia llevar a cabo proyectos cuya necesidad es más que dudosa y donde los beneficiados siempre son los mismos. Asimismo carecen de cualquier tipo de planificación (ambiental, social, económica) a corto y largo plazo. Como en el caso del agua, encuentro mucho más lógico regular la demanda que aumentar la oferta. Los resultados de esta están ahí, los vemos día a día: playas saturadas, pérdida de identidad cultural (nos estamos convirtiendo en el campo de golf de Europa), accidentes, colapso sanitario, precariedad laboral, precios de los pisos por las nubes, corrupción (por ejemplo, el caso Marbella)…
Mayor apoyo y protagonismo para las comunidades rurales.
Fomento del turismo rural: entendido este como un turismo respetuoso y compatible con el medio que le rodea. Pienso firmemente que un turismo regulado y respetuoso, puede ser muy beneficioso para el medio rural, para su desarrollo y puesta en valor. Pero hay que destacar las condiciones de “regulado y respetuoso” ya que muchos confunden intencionadamente las bases de este turismo, para actuar con unas supuestas intenciones de respeto al medio ambiente, creando un tipo de turismo cuyo resultado es totalmente contrario al perseguido. En este sentido, hay que llevar cuidado.
Por último, y para acabar, me gustaría volver a resaltar el papel tan importante que tiene la agricultura, esta vez, dentro de la herramienta que debería gobernar todas las acciones de los Ayuntamientos, como es la Agenda local 21. La Agenda local 21 es un instrumento de gestión ambiental a nivel municipal, cuyo objetivo fundamental es el logro del desarrollo sostenible en esta escala, es decir, pretende integrar la justicia social, con el desarrollo económico y con la protección del Medio Ambiente, a un nivel local. Con una agricultura fuerte, bien gestionada y adecuada a las condiciones en la que se ubica, conseguiríamos, precisamente, los objetivos que persigue el citado desarrollo sostenible: avance social, mejoras económicas y protección del Medio Ambiente.
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